En ocasiones, los días parecen correr en vez de caminar. Llevan prisa, cada hora mantiene la mano extendida con el propósito de alcanzar la siguiente. Todos llevan prisa, el gentío se traslada de un lado a otro entre desagradables choques y atropellos. Ni aquellas señoras semanas, que parecían descansar plácidamente entre sillones de púrpura terciopelo, perfumes de la tranquilidad y bollos de azúcar glas, se muestran tranquilas. Lucen ojeras color escarlata, cabellos despeinados y elegancia disfrazada de cansancio.
Así corrían de un lado a otro los segundos, minutos y los caballeros meses, desplazándose en vehículos de alta velocidad hacia quién sabe que dirección de nombre ilegible.
Así me encuentro ahora, tal vez desconcertada, yo diría desorientada entre el tumulto de fechas. Confieso que resulta confortable no saber en qué día vivo. Provoca sensación de despreocupación, libertad. Mas miro en dirección contraria hacia dónde debería, hacia el pasado, y me abruma todavía el cúmulo de hechos de los que poseo bellos pero breves recuerdos.
Un año ha quedado atrás, cuyo rótulo sería en mi opinión "Camino hacia la madurez". Comenzó con la dulce cifra de doce años...¡Resulta tan lejano y tierno! Después aterrizó el trece, con innumerables mejoras y a su vez desgracias (haciendo honor a la mala suerte qué dice traer dicho número). Es sencillo de divisar mi progreso, mi forma de enfocar el camino hacia el futuro, desde hace exactamente un año hasta el día de hoy.
Mis escritos (relatos, poesías y todo aquello que mi mente poseyera la necesidad de expresar) solían estar relacionados con temas con una inmensa superficialidad, a pesar de resultar dignos de ser leídos.
Hoy en día trato cada asunto por el que mi cerebro muestra un interés superior al común. Es algo de lo que me enorgullezco. Un año repleto de mejores y peores instantes, gracias a los cuales he aprendido a apreciar y gozar de aquello que poseo.
Durante aquellos días en las fértiles y lozanas tierras irlandesas, debo admitir que las lágrimas acudieron en incontables ocasiones, palpando lastimosamente el dolor que se instalaba en mis sentimientos. Trataba de encontrar fuerza en la flaqueza. Y resultaba en vano en la gran mayoría de ocasiones.
Ha pasado el tiempo. Viejos amigos (así como el júbilo, la satisfacción, la risa..y el dolor, la confusión y la decepción) me han acompañado en cada sendero, ayudándome a superar obstáculos, provocándome caídas.
Mas no podría ser más feliz, y agradecer de una forma más sincera a todas las personas que me han acompañado este pasado año todo su apoyo.